Mientras escribo estas líneas ultimo los detalles de mi próximo viaje, me llevará hasta Malasia. Tengo la inmensa fortuna de ser uno de los nueve sommeliers no asiáticos que asistiremos a este importantísimo Foro internacional, allí, en Kuala Lumpur. Hace años viajaba de otra manera, asistiendo a los pasajeros. Un accidente, que hoy agradezco, me cambió de lugar en el avión y en mi carrera profesional. Aunque he de confesarte que, cuando me preguntan en qué trabajo, prefiero responder diciendo: “no trabajo, yo vivo siendo sommelier”.

Ser sommelier es para mí una forma maravillosa de conectar con el ciclo natural de la vida, con la herencia de la tierra, y también con lo que la ciencia puede ofrecer. Todo ello para transportarte. De nuevo un recuerdo que te quiero contar. Mi primera competición, la misma sensación que se siente al visitar un lugar desconocido pero familiar al mismo tiempo. Un hotel de lujo en Barcelona, trajes y corbatas, olor a uva. Comencé a mezclarme entre la gente, auténticos profesionales de los que me sentía a años luz. Pero el gusanillo de la competición ya me había picado, la intención no era ganarle a nadie, la verdadera razón de competir era y siempre será ganarme a mí mismo.

Tres años después, en San Sebastián, ese primer premio sería para mí. Un verdadero aliciente para seguir mirando hacia delante. Y lo más enriquecedor es que no estoy entre competidores, estoy entre compañeros. Esas relaciones personales son de un valor incalculable, tanto sea compitiendo, estudiando, mis profesores, yo mismo soy profesor, pero nunca dejaré de ser alumno. Porque cuando amas tanto lo que haces, no te conformas, sencillamente quieres saber más y más cada día, lo quieres todo.

Sin límites, ¿por qué ponerlos? Tal vez mi naturaleza isleña, soy de Palma de Mallorca, lleve dentro a un explorador que ha escogido como navío una botella. Y dentro de ella un claro mensaje, uno que me dice que he encontrado mi elemento. Lo sé, porque no importa lo agotador que haya sido el día, lo mucho que haya trabajado, solo sé que, al llegar a casa, quiero más. Enciendo mi ordenador, me sirvo una copa de vino (por supuesto) y continúo investigando, navegando por ese mar inagotable de aromas que tantas alegrías me ha dado. El mundo del vino es mi vida.

A mis treinta y nueve años me siento como un vino nuevo, lleno de energía, pero con buenas bases, así que mis aspiraciones son grandes. Quiero llegar a ser un gran sommelier internacional, porque no quiero conformarme con menos, porque cada paso que doy en esa dirección me lleva a sentirme mejor, en todos los sentidos. Es mi particular camino de crecimiento personal. Supongo que estar trabajando siempre de buen humor, sin importar el cansancio, algo significará. Lo que te contaba hace un rato, sé que estoy en mi elemento.

El mundo del vino es mi mundo y me encantaría que, de algún modo, poder compartirlo contigo. Porque para mí, los títulos, los premios, no sirven de nada sino consigo hacerte feliz a ti, mi cliente. Tengo que ser capaz de encontrar tu vino, la horma de tu zapato. Si en algún momento nos cruzamos, no temas decirme que no, que no te ha gustado ese vino, porque será un reto fantástico encontrar El vino capaz de despertar tu paladar (puede que hasta consiga que te olvides de la cerveza). En cualquier caso, este soy, más o menos, yo, Gabi, y quiero darte la bienvenida, estás en tu casa.